Alguna vez os habrán hecho o harán la pregunta de sí os consideráis
inteligentes, muchos de vosotros podríais responder: “Depende ¿Para ti qué es
la inteligencia?”. Pues bien, dejo claro que a mí esto de catalogar no me hace
mucha gracia,sin embargo, debemos comenzar acercándonos a
los términos para poder responder con criterio a esta cuestión y sea o no la
respuesta positiva, no está de más dejar con la boca abierta al sabelotodo que
pregunta o al menos contestarnos a nosotros mismos basándonos en
interpretaciones asentadas en el conocimiento y en nuestra propia experiencia .
Para hacer esto más morboso empezaré diciendo que yo NO me considero una
persona inteligente, o en todo caso podría decir que mi inteligencia ha
fracasado. Cambié de parecer cuando leí una y otra vez el ensayo del filósofo
Juan José Marina “La inteligencia fracasada. Teoría y práctica de la estupidez”.
Diré
también que según este prestigioso pedagogo puede ocurrir que “personas en extremo inteligentes, según las
pruebas al uso, puedan usar su inteligencia estúpidamente” y ese puede ser el caso de muchos, es posible que
no utilicemos nuestra inteligencia, sea del grado que sea, de la mejor manera. Antes de
seguir hablando del libro que cambió mi opinión sobre este concepto, haré una
distinción de dos tipos de inteligencia:
La Inteligencia Cognitiva: El concepto de
“cognición” proviene del latín y significa literalmente “conocer”; la
inteligencia cognitiva se refiere a la capacidad de los seres vivos de procesar
cualquier tipo de dato con carga informativa a partir de la percepción, el
conocimiento adquirido a lo largo de los años
y ciertas características subjetivas que permiten evaluar y apreciar
unos aspectos u otros. Como por ahora mi intención no es aburriros ni realizar
una tesis sobre la inteligencia, (aún no me veo capacitada) lo diré más claro:
aquella que se mide a través de los test de personalidad y el cociente
intelectual. Se trata de la manera en que percibimos la realidad, empleamos los
conceptos, analizamos los problemas, creamos…. Es decir en teoría es la parte
más objetiva de nuestra inteligencia.
La Inteligencia Emocional sin embargo se
refiere a otra capacidad: aquella que nos permite identificar los sentimientos,
controlar o las emociones, estimularnos… Se trata del poder de la empatía, la
capacidad de liderazgo, la resistencia a situaciones adversas, etc.
Ambos
tipos de inteligencia o competencias de inteligencia no son en absoluto
adversas, se complementan y a mi parecer ninguna está por encima en lo que a
importancia se refiere de la otra. Se debe conseguir un equilibrio.
De hecho
se puede comprobar cuando nos encontramos, por ejemplo, con una persona que
presume de un currículum insuperable o una memoria envidiable pero que sin
embargo, no sabe manejar sus emociones o impulsos en el puesto de trabajo.
Puedo ir
más allá en el tema del desequilibrio emocional poniendo el caso del sector
educativo de nuestra querida sociedad norteamericana en la que sus institutos y
colegios en más de una ocasión se han convertido en auténticos campos de
atrincheramiento o lugares de cacería dónde alumnos ejemplares y muy
“inteligentes” han descargado su cólera o frustración utilizando como blanco de
su escopeta a profesores y alumnos del centro.
“La
inteligencia fracasa cuando es incapaz de ajustarse a la realidad, de
comprender lo que pasa o lo que nos pasa, de solucionar los problemas afectivos
o sociales o políticos; cuando se equivoca sistemáticamente, emprende metas
disparatadas o se empeña en usar medios ineficaces; cuando desaprovecha las
ocasiones; la inteligencia fracasa cuando decide amargarse la vida....” ( Juan
José Marina)
Marina
relaciona su teoría con lo que ya sabemos del cerebro y defiende que no hay una
inteligencia cognitiva y una emocional, cómo hemos visto más arriba sino que
habla de “deseos intelectualizados” o “intelectos deseantes”
para referirse a las dos inteligencias
antes citadas respectivamente.
Nuestro
comportamiento en la sociedad sería pues, una fusión de conocimiento adquirido
y afecto, lo que viene siendo como sentimientos inteligentes y sentimientos
estúpidos. Es decir,todos nacemos con cierta personalidad adscrita que depende
de la inteligencia base, el temperamento personal de cada uno y también el
sexo. A medida que vamos conociendo mundo adquirimos unos hábitos difíciles de
cambiar, esto me recuerda a una frase que dice algo así como: “Los muebles
de una casa se pueden mover fácilmente, mover los cimientos resulta más complicado”.
Si queréis encontrar respuestas a las preguntas de porqué siempre nos equivocamos, porqué tropezamos una y otra vez con la misma piedra del camino o porqué nos empeñamos nosotros mismos en amargarnos la existencia, os recomiendo la lectura de este ensayo, una especie de teoría científica de la estupidez: "Inteligencia fracasada. Teoría y práctica de la estupidez".( Pinchad el link)
Si queréis encontrar respuestas a las preguntas de porqué siempre nos equivocamos, porqué tropezamos una y otra vez con la misma piedra del camino o porqué nos empeñamos nosotros mismos en amargarnos la existencia, os recomiendo la lectura de este ensayo, una especie de teoría científica de la estupidez: "Inteligencia fracasada. Teoría y práctica de la estupidez".( Pinchad el link)
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